viernes, abril 29, 2005

LA DEVORADORA


Mucho antes que los ingleses causaran tanto barullo con su bacteria y que los asiáticos nos espantaran con su virus, ya mi cuerpo había sido presa de un mal mayor: una mujer fue la culpable. La conocí -prefiero no decir dónde la conocí-, mientras ella caminaba con los ojos inyectados de sangre y la boca cubierta por una baba espesa...

Algo superior a mis pocas fuerzas me impulsó a seguirla, quizá lo atípico de su figura o, tal vez, su aire bárbaro e irracional característico de las bestias solitarias.

Fuimos avanzando (distantes uno de otro por varios metros) entre coches, edificaciones, bardas con letreros de vivos y muertos y de personas desaforadas, terrenos baldíos, parques públicos y escasa gente; la tarde hacía rato que había dejado el paso libre a la noche.

Fingí asustarme cuando después de un largo andar tras de sus pasos ella se volvió a mirarme. Sus pupilas brillaban por los reflejos lunares con una claridad sorprendente que me dejo durante unos segundos encandilado, suficiente para que la mujer hiciera de las suyas: me tumbó en la banqueta con una ternura que otras no tuvieron antes y, sin amenazas, abusó de mí en un instante que sentí fueron horas.

Cuando logré recuperarme ya el daño estaba hecho: sus besos, mordiscos y arañazos se habían instalado en mi piel indeleblemente, junto con el dolor de mi oreja izquierda, a la cual le faltaba un pedazo; de ella, sólo un vago olor flotaba en la solitaria y oscura calle.

Caminé de regreso a la realidad por avenidas opacas y sucias que barrenderos nocturnos maquillaban para el día siguiente, sintiendo magulladuras y el recuerdo, aún fresco, lacerándome. Todavía quedó poco tiempo de esa noche -esa larga y malhadada noche- para que dos maleantes con uniforme me asaltaran.

Desde entonces un extraño virus recorre mi cuerpo; no se trata de un virus cualquiera, pues ni médicos, brujos o yerberos han podido detenerlo, ya que para la nostalgia y el amor, dictaminan, no existe tratamiento.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dice...

Siempre o casi siempre que entro por primera vez a un blog, me gusta ir a los primeros archivos.
No sé si leerás este comentario pero me ha encantado como escribes. Llegué vía Noemí (que adoro), y nada, seguiré leyéndote.
me sentí muy identificada con lo que escribiste en el post de la amistad y la escritura en los blogs.
Y me parecieron bellísimos eso dibus fluorescentes de tu peke.

Un saludo desde Argentina

9:53 p.m.  

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