jueves, mayo 12, 2005

HISTORIA DE UN ANEXO Y DE UN SECUESTRO

El viernes pasado, cuando ya estaba pensando en ir a Pepe’s, cuando el calor sólo te daba lugar para una Pacífico acompañada con su pulpo y camarón, por supuesto, su respectivo chilito habanero y limoncito, regresé de repente, de manera instantánea y caraja al “México Bronco” sin poder meter ni las manos, ese día conocí lo que creía un mito urbano: los anexos.

¿Quién de ustedes no ha escuchado algo sobre los anexos? Hace un año ni los había oído mentar, pero la primera vez que tuve conocimiento de un sitio así fue por una señora que me habló al trabajo, preguntándome por un lugar donde pudiera encerrar a su hijo.

Resulta que el chamaco, no mayor de quince años, según la abnegada madre, se ponía violento y le daba por pegarle nomás porque sí, al parecer este adolescente atrabancado andaba en malos pasos y de acuerdo a la versión de esta mujer hasta le estaba entrando a algún tipo de droga, pa’ acabar pronto: ya no lo soportaba y le urgía que alguien más se ocupara de él, ella de plano ya no lo quería en la casa.

Al escuchar esto, yo me comprometí a buscar en alguna institución de las que brindan apoyo y orientación a personas con adicciones, qué sería lo mejor para este canijo muchachón, y en ese momento fue cuando la señora me dijo: “yo lo que quiero es que me diga dónde hay un “anexo” para que ahí lo cuiden, estoy dispuesta a pagar lo que sea”.

No pues anexos no conozco –pensé- hasta me dio pena no saber de qué me hablaba, y simplemente le aseguré que pondría todo de mi parte para que le ayudaran en su problema.

Dos días después, luego de hablar a un lado y a otro, investigué de un Centro de Rehabilitación ubicado en León de los Aldama, sí en Lión, y con los datos a la mano, con el nombre del director con quien incluso hablé por phone, me puse en contacto con esta señora y después de pasarle la información, hace ya tiempo, me olvidé de los dichosos “anexos”, o qué eran, para qué servían, simplemente se quedaron en el olvido.

Pues bien, un día, no tiene más de tres meses atrás, sin querer y sin que me importara, estando yo sentando en… (aquí preferiría omitir el lugar) practicando una de mis pasiones secretas que es el “voyeourismo”, escuché que una dama con una pinta inconfundible de cortesana, le decía a otra de iguales trazas, algo más o menos parecido a esto:

-Ayyy¡¡¡ ora si voy a dejar a ese cabrón, qué crees que me hizo, sólo porque llegué un día pasadita de copas, pues me mandó a un anexo y todavía no me repongo.

Ahí, como por arte de magia, recordé la bendita palabra, y fue entonces cuando puse atención, no por chismoso, sino para enterarme de qué le habían hecho en ese sitio, pero eso se los platicaré en mi próxima entrega…