martes, mayo 24, 2005

A UN PASO DEL PARAÍSO

Para ti, que todavía no te atreves a romper el silencio


Jamás creí que algún día conocería a un verdadero asceta, a un loco trashumante, a un poeta de la realidad, en una palabra a un solitario: un nefelibata que me cambió la vida. Todo ocurrió de esta manera…

Caminaba en la noche, sin prisa, por avenidas perdidas y secretas, regodeándome con los letreros fosforescentes de atrevidas leyendas: “Chicas totalmente desnudas” “¡Pásele!” “¡Ricas!”. No pude negarme al amable llamado. Penetré las puertas del lupanar con más curiosidad que miedo, presintiendo sorpresas gratas para mis ojos ya cansados de ver agujeros y tuberías moribundas provocadas por el tiempo.

Cuando vi la pasarela, las luces brillantes y las atrevidas fotografías de muchachas con suplicantes ojos negros, verdes y azules, me sentí por fin completo.

El lugar estaba todavía semivacío, sólo descansaban la vista en esas curvas, en esos promontorios, en esas sonrisas alegres algunos desencantados hombres, posiblemente esperando algo mejor. Busqué un espacio para sentarme, en definitiva cerca del inusual espectáculo.

Por unos momentos me sentí parte integral del cosmos. Estaba cometiendo una ruptura conmigo mismo, yo, que en mi vida había trasgredido las “buenas costumbres” me preparaba para un banquete de musas urbanas, una corte de hetairas danzantes.

No podía apartar los ojos del escenario que parecía un enorme túnel del tiempo. Esperaba con ansia y con el corazón desbocado, quería gritar como un colegial quinceañero… pero fue entonces cuando escuché el llanto. Voltee sorprendido, con un poco de fastidio, sintiendo el derrumbe total de mis expectativas.

Lo que miré me dejó asombrado, se trataba de un hombrecillo flaco, con la piel como un pergamino, calvo y vestido con una túnica blanca. No pude resistir la tentación de acercarme para conocer el motivo de sus lágrimas, de su lastimoso sollozo, de su dolor.

-¿Qué tiene buen hombre? - Me atreví a preguntarle.

-Nada - Me respondió con tono ausente, distraído y ligeramente molesto.

-¿Dígame por qué llora, puedo ayudarle en algo? - Insistí como si de verdad me importara.

En ese momento pareció darse cuenta de mi presencia, despertó como de un sueño, se frotó la barbilla con la mano y agitó ligeramente la cabeza, como si le costara trabajo explicarme.

-Para saber lo que significa el pecado debo contemplarlo, pero no puedo evitar que aparezcan las lágrimas en mis cansados ojos, noche tras noche – Susurró dirigiéndose al vacío, olvidándose por completo de mí.

El silencio resultó pesado, la música dejó de sonar en mis oídos, la noche me llenó el corazón, no supe qué hacer o decir. Él siguió lamentando la suerte de los mortales mientras continuaba viendo con ojos llorosos cómo las mujeres movían rítmicamente las caderas, cómo los hombres sonreían con la mirada brillante.

Yo, de plano no soporté verme reflejado en esos ojos, y abandoné abruptamente el lugar, mientras una lágrima furtiva escapaba y corría por mis mejillas.