viernes, junio 10, 2005

EL DESENLACE

Han pasado tres semanas desde que conocí la historia de Eleazar, desde que se presentó su tío a pedir ayuda, y hasta ayer estaba igual que todos ustedes, igual que el Kezero, sin saber nada de nada, pero sin olvidarlo y eso que ni siquiera lo conozco ni tengo idea de cómo es, quién me dice que no es una fichita, a lo mejor se lo merecía, no para nada, no creo que nadie se merezca que lo metan a un anexo, a una cárcel clandestina, sólo por ser tremendo, sólo por meterle macizo a la droga o al alcohol, sólo por ser adicto…

Y saben qué es lo peor, a este muchacho lo llevaron y escapó, para luego ser –cuál palabra quedará- “atrapado”, “capturado”, “agarrado” “secuestrado”, sin que ya nadie les pidiera a estas buenas personas que vieran por él, pero aquí es donde se pierden las “secretas intenciones” de estos lugares y es cuando entran los intereses, el amor por la lana mas que por la cura.

Ahora sé que cuando los padres de Eleazar dejaron de entrarle con su “cooperación” o cuota de mantenimiento, esta gente, la que opera en el anexo, lo sacaba a “botear” para que desquitara el sacrificio de tenerlo ahí, y para que pudiera continuar con su “tratamiento”, de ahí su interés por mantenerlo y por eso se tomaron la molestia de ir por él hasta su rancho.

Pero bueno, no quiero alargar este post, no se trata de aburrirlos. Ayer, por fin supe que Eleazar fue liberado poco después de que su tío presentó la denuncia por secuestro.

Tres días pasaron para que estos sujetos del anexo comprendieran que no era bueno ni sano que este jovencito permaneciera con ellos, al parecer no aguantaron la presión de la Judicial, que tras conocer del caso fue directo con nuestros amigos ya mencionados en la parte tres y aunque negaron que lo tuvieran bajo su cuidado, lo cierto es que nuevamente se preocuparon en llevarlo hasta su casa.

Lo malo de todo esto, además de la secuela psicológica que seguramente tendrá Eleazar, es la impunidad de estos anexos, porque claro lo vi en los ojos del tío cuando vino a agradecerme por el apoyo casi tres semanas después de la liberación, alegando haber estado enfermo, saben que tenía en los ojos: miedo.
Me dijo que los tipos que llevaron a su sobrino le pidieron que ya dejara todo por la paz, que quitara la demanda, que ahí estaba su sobrino, que ellos ya no querían problemas, aquí no pasó nada y todos tan a gusto.

Le pregunté por Eleazar, y me dijo que estaba en la casa, que él tampoco quería saber ya nada del asunto, apenas si me dio la mano y se fue, ni tiempo me dio de decirle que quería conocer el testimonio de su sobrino.

Saben qué, de todas formas y pese a todo, estoy contento, ya hay una persona menos encerrada en un anexo, posiblemente nunca se le olviden los baños con agua fría, las “pláticas”, y todo lo que representa un lugar así, pero tiene la oportunidad de seguir adelante, igual que yo, que ahora sí podré sacármelo de la mente, o al menos eso espero.