miércoles, agosto 17, 2005

LA CORTESANA DE SAN LUIS

No me pidió nada y yo le di todo. Nunca me sonrió ni sus ojos se iluminaron, pero eso no me importó. Ella simplemente estaba ahí, bajo una luz mortecina; delgada, morena, con tacones altos, piernas esbeltas y cintura diminuta, así de pequeña…y de su boca sólo salió un “vamos” que cubrió toda la noche cuando estuvimos juntos.

Apenas si la recuerdo ahora, han pasado semanas, meses, posiblemente años, tal vez un minuto, acabo de cerrar los ojos y al abrirlos ya no estaba… ¿Qué significa el tiempo? ¿Acaso se puede medir el horizonte, un pedazo de silencio, un trozo de apariencia?

Yo caminaba por la avenida Carranza, distraído, revisando con la mirada la basura amontonada en las banquetas, las luces de los locales, la gente, sin siquiera distinguir otra cosa que siluetas difuminadas, pensando sin pensar, apartando cada cierto tiempo con un guiño involuntario mis demonios personales.

Entonces la vi como escondida entre la noche, su semblante no me dejó ninguna duda, pude pasar de largo pero la soledad que salía de su interior se encontró con la mía que pedía a gritos un refugio, a veces se requiere de tan poquita cosa para callar ese silencio tan pesado que algunos llevamos dentro.

Me acerqué. No sé qué le dije, ahora eso ya no importa. Pero si lo prefieren le susurré un “te necesito”, posiblemente cualquier otra cosa, ella no requería entenderme, pude acaso hablar en otro idioma y el resultado habría sido el mismo, lo importante fue la palabra “vamos” que me contestó, si hubiera sido un no… pero para mi felicidad o desgracia no fue así.

Nos deslizamos entre las calles, recorrimos pasajes inmundos, paraísos perdidos, subimos y bajamos veredas, nos internamos por bosques, en poco tiempo dejamos la ciudad atrás.

Cuando por fin llegamos mi ropa estaba hecha jirones, no supe cómo ocurrió, en qué vuelta de ese laberinto nocturno extravié mis sentidos, porque sólo mi oído y mi vista seguían funcionando, todo lo demás se había perdido.

Me busqué en los bolsillos y encontré mi cartera, se la ofrecí, también le di mis lentes, mi reloj, hasta una flor que llevaba escondida en un libro, también le regalé ese libro, le firmé un documento en blanco, me quité la ropa, quedé como un niño recién nacido.

Ella tomó todo lo que le di, se quedó quieta, siguió sin decirme nada, apenas si sentí el primer golpe y luego el otro, pronto fue una lluvia de patadas, pero yo no quería cerrar los ojos, temía perderla…al poco rato todo cesó, todavía en el suelo escuché sus pasos y el de su acompañante mientras se alejaban.

El único dolor fue saber, estar completamente seguro, en ese instante, que no volvería a verla y mucho menos a tocarla.

1 Comentarios:

Blogger Rain (Virginia M.T.) dice...

Ce pequeño, ese amor de piel con sentimientos atravesados que has escrito...
es como un cortometraje dramático...


Sigo leyéndote, ahoar que llegué a yu casa.

12:00 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home