lunes, julio 04, 2005

EL PUENTE DE LAS ENCUERADAS

La noche no terminaba de caer en el agujero que había escogido para pasar el temporal, tenía más de tres días de caminar por la carretera, y finalmente me sorprendió una lluvia como agua bendita, que fue creciendo hasta convertirse en un diluvio, faltaba poco para llegar a mi destino, lo sabía, pero necesitaba un espacio para descansar, un lugar donde no se confundiera mi sudor con el agua del cielo, lo que no podía saber es que el sitio elegido habría de colapsarse casi igual que mi vida entera…

Ahí estaba yo, agazapado, cubriéndome entre las piedras y las ramas de los huizaches, con los pies mojados y enlodados, hasta podía sentir entre mis dedos la tierra húmeda encharcada y el agua que corría como delgadas serpientes líquidas mordiéndome cada cierto tiempo. Casi sin darme cuenta la oscuridad empezó a cubrirme todo el cuerpo, primero fue ennegreciendo el suelo llenándolo de sombras y luego me tocó a mi, casi podía sentir la materia viscosa de la noche.

Antes de hundirme en su dominio levanté la vista y pude todavía ver muy cerca de donde me encontraba, a menos de seis metros, un puente, en la parte alta colgaba un letrero verde con letras borrosas y temblorosas que se movían con las gotas del agua: “PUENTE ARROYO ZARCO”, alcancé a leer y después desapareció ocultándose entre la penumbra.

Intenté cerrar los ojos para dormir un rato, con la esperanza de que la lluvia me permitiera poco después continuar mi camino, pero las imágenes que se me presentaban al hacerlo me obligaron a despegar los párpados y contemplar los destellos que de cuando en cuando aparecían a la distancia.

Esas imágenes están siempre conmigo, en mi interior, me acompañan a todos lados los mil cuatrocientos cuarenta minutos del día, es algo que no puedo evitar, no puedo escapar a ellas y la noche es su aliada más firme, su mejor amiga, su confidente y por lo tanto mi enemiga, pues me obliga a verlas, a pronunciar su nombre en voz baja, la primer letra de su nombre como una negación, como un llanto: No… No… No... hasta hacerme desfallecer.

Estoy con la mirada perdida en lo negro de la noche, sé que tengo los ojos abiertos porque veo de cuando en cuando los faros intermitentes pasar, semejantes a bolas de fuego en hileras hormigueantes, puedo percibir el rumor del viento y siento la lluvia agitarse afuera de mi refugio improvisado, entonces, todo el espacio que habito temporalmente se ilumina, parece arder.

Es un estruendo que no termina, un vehículo acaba de impactarse en el puente, cierro y abro los ojos para comprobar que no estoy dormido pero permanezco en la misma posición, no atino a moverme, han pasado, creo, varios minutos y el fulgor continúa, entonces sale del carro una sombra brillante sin rostro, se voltea hacia donde estoy y desaparece.

Me quedo atónito, con los pies entumecidos camino hacia donde se encuentra el auto, la escena está completamente iluminada como por lámparas divinas, llego y sin transición abro la puerta sólo para comprobar lo que me temía: en su interior están dos cuerpos, parecen sin vida pero brillan en la oscuridad, son dos mujeres completamente desnudas.

En ese momento, cuando las contemplo sintiéndome extrañamente “normal”, sin temor, compruebo que no sólo brillan, sino que ellas, cada parte de su piel, tiene una palidez increíble, estiro la mano para tocarlas y entonces, en un segundo, todo desaparece.

Escucho que algo se mueve, pienso que soy yo que estoy temblando, que son mis dientes que tienen rato de castañear, pero es algo más profundo, viene de todas partes, volteo hacia una lado y otro, fatalmente compruebo que es el puente que empieza a derrumbarse por un costado, no sé cómo pero mis piernas se mueven y salgo corriendo hacia mi escondite donde pierdo el conocimiento.

Desde muy lejos percibo el llanto que producen los frenos, ese chillido lastimoso, molesto, de las llantas al embarrarse en el pavimento, en pocos minutos toda la carretera empieza a llenarse de luces, de voces, de gritos, de gente.

A mi lado, sin verme, están dos oficiales de la policía, señalan la parte del puente, el lugar donde la tierra se desgajó, comentan por lo bajo lo extraño del caso, recuerdan cómo hace muchos años en ese mismo lugar se mataron tres personas, y al hacer su reporte por radio, uno de ellos, entre sorprendido e irónico señala que el accidente es en el “Puente de las Encueradas”.

Yo me acurruco y cierro los ojos, prefiero ver las imágenes que quiero borrar de mi mente que continuar observando a los curiosos que se amontonan, y a los reporteros que preguntan una y otra vez cuál fue la causa del derrumbe, porque eso es algo que sólo yo sé y que me acompañará a partir de hoy, como las imágenes que quiero borrar desde hace tanto tiempo.

1 Comentarios:

Blogger Rosa dice...

Hola mi correo es rmrojasn@gmail.com podrías comunicarte conmigo? Me Interés la historia del Puente. Gra

9:01 p.m.  

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