EL BESO
Yo tenía dieciséis o diecisiete años.
Hacía poco tiempo que había conocido a J., ella era mi novia, con ese cuerpo transparente, delgada hasta el punto de que su figura zozobraba con el viento, grácil, esbelta como una figurilla de porcelana, pero no era delicada ni tierna, tenía la capacidad de sobreponerse a la tempestad como esas palmeras salvajes que se dejan llevar, que se agitan sin romperse.
Un día, unas semanas después de andar juntos, me invitó a jugar con unos amigos de la infancia, con amigas y amigos de su vieja calle.
Ese día supe que estaba enamorado de ella.
Nos reunimos en casa de unas primas, sin adultos presentes, entre risas, con miradas llenas de malicia, con la expectativa que surge cuando sólo hay adolescentes, cuando el juego es el pretexto y una manera de conocerse, de abrir espacios que se encargan de abrir otros que nos llevan por pasillos desconocidos.
Alguien propuso la botella. Pudo haber sido cualquiera o una voz colectiva, eso era lo de menos, ya estaba decidido.
Se formó un gran círculo de muchachas y muchachos, unos enfrente de los otros, alrededor de una deidad cristalina, ídolo de vidrio, sin extremidades ni rostro que empezó a girar, a girar, a girar hasta detenerse apuntando con sus extremos a dos participantes.
Debo decir que uno de ellos fui yo, la otra una prima de J., una niña sonriente de cara tierna, dulce e inocente.
El castigo no se hizo esperar.
Todos empezaron a gritar “beso, beso, beso…”, como ese coro que se forma durante las peleas, como ese escándalo cuando se festeja un triunfo.
De la sala, con miradas nerviosas, ella y yo pasamos a la cocina, junto con dos chaperones, dos vigilantes, dos sacerdotes de este ritual, donde habríamos de consumar la penitencia, de pagar la ofrenda a ese Dios de la juventud que nos ordenaba cumplir con su mandato.
Iluso de mí, consideré que sólo era un requisito, que no habría prenda, que tras unos minutos regresaríamos intactos a nuestro lugar, con nuestras respectivas parejas, a continuar divirtiéndonos de esa singular manera, con castigos sin daño, sin pago alguno.
Sólo yo pensaba así.
Nuestros celosos guardianes no cedían un milímetro, mientras yo me empecinaba en pedirles que todo terminara, que nadie se iba a besar, pude ver que la primita no decía nada, sus ojos sólo se movían de un lado a otro, ella esperaba la decisión.
No quise prolongar más lo que habría de pasar de cualquier forma y acepté que un simple beso no haría la diferencia.
Todavía cerré los ojos y acerqué mis labios hacia ella, cuando sentí la punta de su lengua ávida que se abría paso entre mi boca y tocaba mis dientes urgiéndolos con fuerza… buscando entrelazarse con la mía.
Sin pensarlo, la hice a un lado con fuerza, me sorprendió ese gesto, descubrir esa lengua en mi boca, y ver su cara confundida me hizo sentir mal, pero lo peor fueron las risas de nuestros testigos.
Me salí de la cocina confundido, seguido por la prima de mi novia, sin saber qué hacer, aún con el sabor de haber roto algo, de no haber cumplido.
Luego se unió con todos nosotros la pareja de acompañantes y con una sonrisa corroboraron lo que habíamos hecho, festejando que fue un gran beso, sin decir nada más.
No podía voltear a ver a J., me sentía culpable, pero ella parecía feliz, era como si yo hubiera dejado de participar en ese juego, como si todos fueran ajenos a lo que en ese momento sentía, tenía ganas de irme.
La botella volvió a girar, volvió a dar vueltas en esa especie de tómbola para elegir a dos nuevos concursantes que tendrían que cumplir con la sanción establecida.
Esta vez le tocó el turno a J. con uno de sus mejores amigos.
Ambos pasaron a la cocina.
Yo me quedé en la sala mientras todas y todos reían, pero ahora estaba solo, sentí una opresión en el estómago y un vacío que ahora sigo recordando, un deseo de terminar con aquel juego, en una noche que apenas comenzaba.
Y todo por un beso, por unos inocentes besos.
12 Comentarios:
Aun sigo creyendo que no hay besos inocentes. Algunos te matan y otros te resucitan. Prefiero los primeros, porque en esa muerte lenta siempre se toca el cielo.
Un beso para ti, el que prefieras.
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Ternura tu sensación de opresión...
Qué peques éramos!
Abrazo inmenso, buen finde!
que no fue beso CE!!!
fué lambida...jajajajajajajajajaa
Muchas gracias querido mio por la dedicatoria y por devolverme el rato agradable de risas... jajajaj de solo imaginarte me han dado ganas de besarte... jajajajajajjajaa( confiésolo)...
Muchos besos ( lambideros pero inofensivos)
jajajajjaaa ya estoy de vuelta... testrañé:)
esos eran besos chiquitos aunque no inocentes.
eran.
:)
Laura, linda Laura, láudano que alivia la desesperación.
¿Qué puedo decirte ahora de los besos?
Será cierto que algunos te roban la inocencia, que te dejan exhausto, a un paso del infierno y del paraiso, que te condenan como una droga y al mismo tiempo te alivian.
Puedo apostar que sí.
Acepto cualquiera de ellos, sin reserva, no concibo no hacerlo.
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No debes ausentarte querida Palabras, aléjate pero no te pierdas...
Las sensaciones no tienen porque crecer, deberían ser siempre las mismas.
Sólo debería madurar el cuerpo pero no el alma.
Un beso tierno.
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Vaya que vienes con una inmensa sonrisa, con una alegría que contagias mi Cielo, y debe ser cierto lo de las lambidas, que así como las pintas resultan atrayentes.
Nunca dudes en confesarlo, que es un sentimiento compartido de afecto y cariño.
Me haces sentir igual.
(y que foto tan chiquita tacaña)
Yo también te mando muchos besos de bienvenida, que son los mejores, porque están llenos de nostalgia por ti.
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Transparente Vir, y sí que lo eran, estaban cubiertos de inocencia fingida, podías percibirlo, puede uno hacerlo a través de la memoria.
Recibe un abracillo afectuoso.
Y un beso inocente desde esta blanca pantalla.
Que viva la época de la ingenuidad: vuela tan pronto.........
besitos :)
Yo coincido en que no hay besos inocentes, aunque algunos son menos inocentes que otros.
paso a dejar beso pecaminoso;)
las historias saltan a nuestro encuentro, basta una palabra, un aroma o un sabor... hay que ejercer el viejo oficio del juglar, amo a los libros, a la letra impresa, pero debo reconocer que no es posible superar la intimidad de la narración oral.
las historias que se escriben son distintas según el lector, pero las narradas se diversifican tanto por el escucha, como por el momento del narrador.
espero haber dado respuesta a la pregunta, grandes abrazos, múltiples besos y todas las inteciones...
Querido ce! Ebullode alegria! Cuando volveras a a escribir? Anda, dama mas de ti para seguir leyendote, que cada vez que te leo soy feliz...y bueno...no se tengo tantas cosas que contarte el viernes cuando este de vuelta en casa lo escribo todo y te lo cuento todo!
Un beso grande , enorme, de los que ahogan y salvan!
Que viva¡¡ sí que viva¡¡¡ querida doctora de la ciencia lúdica.
Aunque habemos algunos desfasados que nos dura la ingenuidad un poco más.
Sólo un poco más.
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Amiga Tramontana, dónde te has metido, ese viaje te dejó exhausta, extraño tus visitas.
¿Existe la posibilidad de que un beso en la frente sea inocente?
Yo creo que los besos inocentes son los que carecen de pasión... y en ese caso habría que ver lo que significa esta última palabra.
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Oye Aus, y si te dijera que en las historias yo prefiero la callada estridencia de las palabras escritas, aquéllas que dicen más de lo que reflejan en el papel.
Porque al hacerlo de manera oral, dependes de tantas otras cosas que apoyen lo que dices.
En fin, me quedo claro cuáles son tus gustos, y me complace saberlo.
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Querida Laura, secreta alegría luminosa que destella en este espejo que tengo en la piel.
Necesito ese tipo de besos para sobrevivir.
Pronto tendrás noticias mías, no falta casi nada, gracias por todo.
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