jueves, mayo 11, 2006

EL HOMBRE QUE SÍ

Tiempo soy entre dos eternidades.
Antes de mí la eternidad y luego
de mí, la eternidad. El fuego;
sombra sola entre inmensas claridades.

Carlos Pellicer

Jaime se levantó de la cama. Estaba desnudo.

Atrás, entre las sábanas se encontraba Leonor, la primera mujer con la que había tenido relaciones después de dieciséis años de monogamia forzosa, obligada forma de mantenerse en paz con su conciencia y con la conciencia colectiva, con esos otros ojos que le miraban en la mesa, en el autobús, en la calle, en el trabajo, a todas horas, incluso mientras dormía.

En ese momento nada le importaba.

Él caminó hacia el baño, ya no era joven, su cuerpo daba muestras del andar cansino de quien ha bregado para abrirse paso sin otra meta que seguir viviendo sólo con sueños, con una vida sedentaria llena de otras que le componían el ánimo con su energía e inocencia.

Se detuvo frente al espejo, pudo verse a sus anchas, en esos espejos que inundan los cuartos de hotel, que se te aparecen de manera insospechada en las paredes y en las puertas blancas y muchas veces hasta en el techo.

Observó una ligera curvatura en el abdomen, una pancita de cuarentón que hace dietas y un poco de ejercicio, se miró las canas que empezaban a aparecer formando líneas claras entre su cabello. Hizo un gesto de extrañeza, apenas si había notado el transcurrir de los años, todavía recordaba sus vigorosos veinte, todavía podía percibir cómo la sangre circulaba por su cuerpo.

Mientras se lavaba el pene, mientras lo frotaba con jabón y abundante agua, sintió que esa juventud que anidaba en la cama lo requería, como un susurro desde esas pálidas sábanas parecía decirle que ahí encontraría la paz que desde hace mucho él solía anhelar, y su miembro empezó a transformarse con una calidez, un calor interno que le despertó una sonrisa.

Era la tercera vez que Jaime hacía ese recorrido, que circulaba entre espejos por ese pasillo que lo conduciría al amor oculto, vedado, secreto, y en cada recorrido del baño a la cama, seguía sorprendiéndose porque al caminar notaba cómo su miembro se agitaba orgulloso de sí mismo, de su naturaleza, envalentonado de su propio ímpetu, autónomo.

La joven Leonor lo esperaba casi como si fuera la primera vez, como si su vientre no se hubiera agitado ya antes, con un cuerpo propicio, húmedo, sensible al tacto, incansable, con unos ojos de fuego y una lengua cantarina y unas piernas a las que sólo les hacía falta para estar completas cientos de caricias.

Habían pasado una, dos, tres horas, es cosa de no saberlo, nadie podría describir lo que en esa habitación se dio entre los dos, pero las manos de ambos, los poros de estos amantes tuvieron vida propia en esos instantes sin reloj, sin nada de por medio.

En la semioscuridad del encuentro, sólo podían percibirse susurros agitados, cosas sin nombre, o llamadas de otra forma, inventándose sobre el crepitar del colchón nuevos movimientos entrelazados en escalas que bien podrían ser melódicas, líricas, de sexo puro, del buen sexo.

Después de terminar por cuarta ocasión, los dos sonrieron, cada uno con sus propios pensamientos, cada uno disfrutando de la entrega, cada uno imaginando ya nuevos encuentros, pero también percibiendo que éste podría ser el último.

Sólo que Jaime ya sabía algo, que después de tantos años sin sexo con otra, con otras, intuía con claridad que al abrir la puerta, estaba recobrando a ese otro yo que había mantenido sosegado en su interior, y comprendía que a partir de ese mediodía de invierno, él simplemente sería desde entonces el hombre que sí.

Y que pronto habría de descubrir otras muchas nuevas formas de amar, sin restricciones.

12 Comentarios:

Blogger Laura Martillo dice...

He seguido conatención cada paso de Jaime desde la cama al espejo y del espejo al lecho, recobrando en cada paso la vida perdida, la eternidad truncada...su propia eternidad. He podido sentir el latido de la vida entre las piernas de Leonor y tambien ese nuevo pulso de quien vive resignado y abandona a sus muertos para lanzarse al vacío, a lo que todos llaman vacío y que para Jaime tal vez sea solo el preámbulo de un buen vuelo.

Un beso Ce, me alegro que sigas aquí.

1:25 a.m.  
Blogger cieloazzul dice...

Ce mío, imaginé a un Jaime en cada hombre que aparenta satisfacciones conyugales inexistentes, y cargan bajo sus maneras un vacío y una tentación y también imaginé a muchas Leonores prestadas en ojos y caricias nuevas capaces de renovar cualquier deseo caducado...
Sin embargo quedo pensando en aquella frase que releí dos veces...
"después de dieciséis años de monogamia forzosa, obligada forma de mantenerse en paz con su conciencia " y me revelé...
será por que sentí miedo de conocer a un Jaime... o de sentirme una Leonor...
ays..
tentaciones...
muchos besos mios... tuyos;)

1:26 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Para eso son deliciosos los amantes, para recordarnos la vida fresca.

Un besote!

12:26 p.m.  
Blogger Tramontana dice...

Me gusta la claridad de ese último pensamiento, el ser el hombre que sí.

5:01 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Cada encuentro nos sorprende a nosotros mismos. Nos revela algo de nuestro ser adormecido y que sólo frente a un otro, en su opaca trasnparencia, nos conecta con la vida.

Bienaventurado tu hombre que sí.

Abrazo Ce, ( a punto de irme a dormir!!!!!)

Buen finde!! Disfrutalo por mí!!!!

9:37 p.m.  
Blogger Unknown dice...

O_O!!!!

7:08 p.m.  
Blogger cieloazzul dice...

extraño letras nuevas...
te extraño...
beso...

2:23 p.m.  
Blogger Laura Martillo dice...

Ce! Vamos actualiza esto, que me tienes en ascuas!

Un abrazo y un beso para ti...Mi Ce petit...

4:46 a.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Mis exámenes terminaron!!!!!!!!!!
Cómo que no entendiste mi mail hombre???? Te hablaba de ellos!
Descorche y brindis!!!
Dónde te metiste????

Buen finde!!!

11:16 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Mi querida Laura, cómo decirte que sigo aquí a pesar de no estar, cómo explicarte lo que no se puede.

Esa mirada tuya tan cuidadosa, y ese corazón lleno de sentimientos son los que me siguen motivando.

Aunque algunas veces no lo parezca.

La alegría que me despiertas aquí está, te mando un beso desvelado, un beso actualizado.

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Oye mi Cielo, que eso de quedarse pensando en ciertos pasajes dice más del lector y de sus tentaciones.

Habría que mandar al carajo el temor, y dejar que los deseos guíen un poco lo que viene, lo que se nos ofrece.

Uno nunca sabe.

Un beso imaginado.

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Ay doctora, la vida fresca, vaya que sí es necesario recordarla de vez en cuando.

Para que la memoria no falle.

Otro besote para ti Noemí.

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Da claridad escuchar que alguien pueda decir que sí, es como tu viento que todo lo avasalla Tramontana, algo así.

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Estas sorpresas son las que, además de revelar algo, le dan cierto sentido a las cosas.

El sorprenderte y aceptarlo ya es algo bueno de por sí.

Es un gusto saber que todo ha pasado amiga Palabras, y para bien.

Recibe un abrazo de ese mismo tamaño.

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Espero Joup, que esos ojos sean de asombro ante lo inevitable, y no una sorpresa desangelada.

Recibe un saludo.

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Hola Daniel, es bueno saber que te resultó interesante este espacio, estas ruinas, ojalá que este encuentro sea como lo describes: un silencio que se rompa después de varios gritos.

Gracias por pasar.

2:17 a.m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) dice...

Ay Ce, así como lo que yo escribo, en algún momento te puede sonar discordante, a mí me suena este post a ternura y dulce tras de la tiesura d eun hombre que conoce a una joven.
Me sabe a historia romántica que sé la escribes con franqueza. Así eres tú, lleno de afectos. A veces me pregunto cómo puedo atreverme a
escribir alguna palabra inarmónica para el espíritu de los amigos.

Creo que ecsribes en correspndencia a lo que eres, y esa es tu sinceridad.

Por favor, que no te condeno, eh.

Escribiré algo para ti...

8:15 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Oye Vir, que me sorprendes, que me alegra descubrir que no hay nada discordante en alguien como tú, que te agradezco que pases y también que no me condenes.

Y sí, si de algo me pueden acusar es de estar hambriento de afectos, ávido, mea culpa.

Te lo he dicho, nadie es tan diferente, pero tampoco tan parecido.

Un gran abrazo.

11:15 p.m.  

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