lunes, marzo 27, 2006

REGRESO

Uno
es el misterio
Donde
habita
El silencio...
P.E.

Apenas hace unas horas me bajé realmente del avión, no ha pasado mucho tiempo de eso. Y pensar que cuando era niño me aterraban los sueños de aviones… alguien me dijo, o tal vez lo leí en algún lado, que Dios es como un gran avión y soñar con ellos en realidad es acercarte un poco a ese concepto de divinidad que cuando eres pequeño tanto temes y que cuando creces no lo encuentras en ninguna parte.

También escuché, creo, que soñar con aviones es presentir la muerte.

No lo sé, pero de ese primer sueño, a los cinco o seis años, todavía queda un sentimiento de temor hacia lo que no conoces, hacia lo que viene, hacia lo que va… posiblemente sólo sea el miedo a elevarse, a planear.

Pero una cosa es cierta, voy llegando, he dejado atrás mi niñez, he dejado un poco atrás tantas cosas que ni cuenta me di en qué momento se quedaron allá, a lo lejos…

En la ventana del comedor, muy cerca de donde me encuentro, puedo ver un patio de cuatro paredes, pintado todo de naranja, y en él, estoy seguro, no hay nadie, pero si me esfuerzo, también eso lo sé, si pienso que en ese espacio puedo encontrar algo, si lastimo mis ojos como lo hago ahora habré de tropezar con lo que busco.

No necesito salir para encontrarlo.

Y ahora, ya lo ven, aquí estoy, buscando cómo decirles que voy llegando, que apenas hace un rato encontré el camino de regreso y que las horas de vuelo, de sueños, de recuerdos, de imágenes con rostro, edad, cargadas de tiempo, siguen ahí...

lunes, marzo 06, 2006

UN SUEÑO DULCE Y ETERNO 6-3-2006

Para María Vaca Raya, que se encuentra “en la vil gloria”


Hoy, hace unas horas, murió mi abuela, la Ma’María, como le decíamos todos sus nietos y bisnietos, de los muchos que dejó, de los muchos que le sobreviven.

Yo fui el tercero de una legión, y no creo que el único que le llora y la recuerda.

Se fue mientras dormía, se fue en ese dulce sueño que sólo es posible tener a los ochenta y cinco años, cuando has vivido plenamente, cuando has llorado por los hijos que se te adelantaron en el camino y cuando has reído por esos nuevos seres que de cuando en cuando se aparecen con una sonrisa llena de lágrimas.

La semana pasada recién fue su cumpleaños y, según me cuentan, fue una verdadera fiesta, a pesar de vivir en una tierra extraña, lejos de sus fresas y sus camelinas y todas sus plantas.

Hubo mariachi y también baile, ella, a su edad, pudo bailar y gozar de su música ranchera, disfrutar de los acordes de la guitarra y de los violines y trompetas, del grito despechado y de la cumbia, me dicen que pidió que la complacieran con “El troquero”, una canción que no conozco, como seguramente no conocí muchos de sus gustos... pero afortunadamente sí conocí esa mirada alegre escondida entre muchas arrugas.

Apenas este fin de semana comentábamos, entre la poca familia que vive en esta tierra, que no ha emigrado al Norte, sobre ella, sus frases que se convirtieron en célebres, sobre su manera de decir las cosas.

Alguien recordó esa manía suya de ofrecerle de comer a los amigos, diciéndoles de una forma contundente: “ándale, cómete ésto, sino de todas formas lo voy a tirar”... cómo nos reímos al recordarlo.

O la plática de una señora muy piadosa del rancho, que en estos días nos dijo:
-Ay, a Doña Mari, era un gusto preguntarle cómo estaba, porque siempre decía lo mismo, “en la vil gloria mujer, en la vil gloria”.

Ahora, la Ma’María se encuentra, por fin, en la vil gloria, ya habrá tiempo de hurgar en la memoria, de hacer a un lado la rutina diaria, y encontrar entre los recuerdos, muchas de esas sonrisas suyas para nunca olvidarlas.

Pronto iré a verte abuela, para decirte, mirándote mientras duermes, sueña ese dulce sueño, sigue soñando para siempre.

miércoles, marzo 01, 2006

SÓLO SI TENEMOS SUERTE

“...El impulso de la vida de que hablamos consiste en una exigencia de creación... No
puede crear absolutamente, porque ante sí encuentra la materia, es decir, el
movimiento inverso al suyo. Pero se agarra a esa materia, que es la necesidad misma, y
tiende a introducir en ella la mayor cantidad posible de indeterminación y de
libertad...”.
Henry Bergson


Con las manos crispadas y el aliento entrecortado, con el cabello revuelto y los ojos enrojecidos… como un aire helado, como una tormenta llena de nubes negras, como ese sonido callado que se escucha en las noches detrás de los árboles, igual que las palabras que se quedan en los labios, así llegó él a tocar a la puerta de ella.

Estaba cansado, había comprendido algunas cosas y éstas le daban vueltas en la cabeza, no podía dejar de repetirse que la vida no es sencilla, y quería que lo fuera, realmente lo necesitaba.

Giró sobre sí mismo, buscó los pasos andados, la huella sin sombra, los años idos y volvió a escuchar de su boca, como una letanía: “La vida no es sencilla”, atrás, el rumor del río plateado crecía como si fuera un mar negro gigantesco presto a levantarse.

Cuando la puerta se abrió y las palabras estuvieron a punto de perderse, él se sintió más indefenso que nunca. Con la punta de los dedos empezó a frotarse los párpados, esperando retardar con esta acción algo no deseado, mirar y no mirar, atreverse .

Entonces surgió ella, prístina, con una sonrisa, ligera y transparente, singular en su comunión con otros, cercana, capaz de asirse, tan a la mano a pesar de todo.

Lo invitó a pasar, le ofreció su casa, su bendito espacio lleno de luz, le dio la bienvenida, lo hizo sentirse mejor, le dio una sonrisa como primer regalo y después lo abrazo fuertemente.

Él encontró lo que buscaba, aún había en su interior un cúmulo de dudas, aún había pesadumbre y miedo, temor ante la muerte y la soledad, muchas interrogantes, miles de ellas, pero ya no estaba solo, había cruzado la puerta, no tuvo miedo de pedir auxilio.

Ambos tuvieron suerte.