miércoles, junio 22, 2005

EL HOMBRE QUE NO

Tengo años con el deseo genuino de engañar a mi esposa, creo que me lo merezco, por ahí me han dicho que soy un padre modelo, un esposo responsable y esta acción sería un justo reconocimiento a mi abnegación, a la cruz que llevó cargando desde hace tanto tiempo, el problema es que no puedo, simple y sencillamente no se me da y les voy a decir por qué.

Cuando me casé, mi mujer era una y la única, su sola presencia llenaba cualquier lugar donde yo me encontrara, al hablar con ella mi voz se quedaba en sus ojos y mis palabras se las bebía como néctar divino; en qué momento se terminó esto, no lo sé, muchas veces en esos ratos de ocio en que a todos nos da por pensar, después de un importante partido de fútbol, o al terminar de tomar unas cervezas con el compadre, cavilaba sobre esta situación: sería acaso cuando empezó a escasear el gasto, cuando los sueños no sólo no se convirtieron en realidad sino que se esfumaron, cuando la rutina diaria le ganó a la vida. No lo sé.

Pero debo centrarme en el tema medular de este post, en mi incapacidad de serle infiel a mi esposa.

Después de quince años de fidelidad casi perruna, sólo empañada por alguna “escapada” que no merece ni mencionarse, después de aguantar gritos e indiferencias, un día algo se rompió en mi interior, de repente me pareció despertar de un sueño, me miré y dije: “hasta aquí llegué, necesito algo (alguien) más o voy a morir”, fue casi igual que cuando descubrí, poco después de cumplir los catorce años, que no era creyente, que no necesitaba de lo divino para ser feliz, para no tener miedo -pero esa es otra historia que en otra ocasión contaré- algo parecido sentí ese día.

Entonces, a partir de ese momento, empezó a crecer la idea en mi cabecita loca que lo necesario para ver la vida de otro modo me lo daría otra mujer, incluso pensé en plural, quise ser ambicioso, lo obtendría con otras mujeres, a pesar de todo, a pesar de la experiencia previa, todavía no le había perdido la fe al elemento femenino, de hecho aún no la pierdo, pensé que mis males eran producto de la monogamia.

Fue cuando de manera insistente intenté obtener amor, sustancia, corazón de otras, bueno primero de otra, a quien llamaré “Ella”. Empecé con una invitación a “tomar algo”, con un “podemos salir a dar la vuelta”, a “conocernos”, cuando me percaté que no tenía la menor idea de qué hacer y cómo hacerlo y no crean que me refiero al viejo juego del “mete y saca” como dicen en la magnífica película de Stanley Kubrick, no, simple y llanamente, no sé cómo abordar a una mujer sin enamorarme y sin decirle la verdad, y es ahí dónde empieza mi verdadero problema.

Todo es cosa de estar con otra, o intentar estarlo, cuando empiezo a hablar de mis hijos, de mi matrimonio, de mi mujer, y no puedo hablar mal de lo mejor de mi vida o de lo único que tengo, lo que le da sustento a mi ser y entonces la posible conquista se evapora más rápido que la mugre agüita de estos días.

Cada año que pasa me digo que éste será el bueno, que ahora sí encontraré a una devoradora, que el amor físico se compaginará con el amor de años, con el amor sedentario que he tenido por décadas, pero no puedo, cada que me veo al espejo reconozco una verdad: soy el hombre que no, ese es mi destino.

miércoles, junio 15, 2005

UN SUEÑO

Anoche soñé que soñaba
Y al soñar soñando
Desperté
Mientras dormía...
Y tú no estabas conmigo.

PASEO EN EL PARQUE

Esto que les voy a contar lo escuché ayer en la fila para las tortillas, una larga e interminable fila de hombres solos, y por alguna razón, por extraño que pueda parecer, desde que puse atención a lo que decían los dos señores con cara de casados que estaban ahí “haciendo cola”, tuve la sensación de que todas las palabras iban dirigidas a mí, todas las palabras sobre esa muerte, y que éstas daban vuelta en mi cabeza para aferrarse a mis orejas hasta quedar ahí repitiéndose una y otra vez…

El narrador se veía perturbado, su bigotillo se movía nerviosamente, algunas veces se detenía y tartamudeaba durante su singular diálogo, esa inusual conversación donde sólo se escucha una voz mientras que el cautivo interlocutor murmura nada más algún monosílabo semejante a un gorjeo de pájaros buscando primavera, permitiendo con ello que fluya la “plática”, no dejándola caer.

Como disculpándose, comentaba algo que le había ocurrido un día anterior, cuando, cosa rara, se encontraba solo en casa sin ninguna presencia inoportuna, disfrutando de la libertad de no hacer nada, viendo por la ventana cómo la lluvia se negaba a caer y cómo el sol parecía invitarlo a salir y también cómo no pudo rechazar esta invitación.

Decidió caminar un rato en el cercano parque de su colonia junto con sus dos perros.

En ese recorrido andaba cuando percibió en el prado, a un lado de dos laureles, a un hombre de edad indefinida. Él se encontraba recostado boca abajo, vestido –en sus propias palabras- “muy correctamente, como de fiesta”, algo raro por lo temprano del día. Este curioso detalle le hizo fijarse más de la cuenta y pudo ver que el caballero se agitaba bruscamente sobre la verde hierba.

Nuestro narrador contó que, por un momento, no quiso interrumpir lo que supuso un insólito descanso, pero la curiosidad pudo más y se acercó lentamente hasta dónde se hallaba tumbado el hombre. Estaba a punto de preguntarle cualquier cosa para ver si se encontraba bien, cuando él giró el cuello para observarlo. Estaba llorando, y debajo de la barbilla le brotaba como un hilo delgado en lentas gotas, sangre. En una mano tenía una pequeña navaja y en la otra una foto en blanco y negro completamente manchada de rojo.

-Váyase señor, me estoy matando-. Le dijo.

El relato se detiene brevemente, nuevamente el bigotillo se mueve en un tic nervioso, la boca titubea antes de continuar. Dice que por unos segundos no supo qué hacer, y sólo se le ocurrió en ese instante decirle que no lo hiciera, que “la vida es hermosa”. Después suelta a sus dos perros y corre a pedir ayuda, en el camino se tropieza y cae, se levanta hasta que alcanza un teléfono público, y no tiene ánimos para sonreír ante la foto de un gordo que le pide que llame.

Todo lo demás pasa sin que él se dé cuenta, apenas si percibe cómo la cruz roja llega, es como si también estuviera herido.

En ese momento dejo de escuchar lo que dice. Ahora, mientras recuerdo sus palabras, veo su cara y todo lo ocurrido lo vuelvo a revivir. Él mira la escena con un sentimiento de irrealidad sin percibir que sus ojos están inundados y su respiración entrecortada; fieles, sus perros están a su lado con la cabeza gacha.

Cuando la ambulancia llega por el hombre moribundo y lo transporta hacia el hospital, el narrador olvida el inicial paseo en el parque y camina cabizbajo hasta su casa mientras sigue oyendo a lo lejos el aullar de la sirena, yo, desde entonces, camino a su lado.

viernes, junio 10, 2005

EL DESENLACE

Han pasado tres semanas desde que conocí la historia de Eleazar, desde que se presentó su tío a pedir ayuda, y hasta ayer estaba igual que todos ustedes, igual que el Kezero, sin saber nada de nada, pero sin olvidarlo y eso que ni siquiera lo conozco ni tengo idea de cómo es, quién me dice que no es una fichita, a lo mejor se lo merecía, no para nada, no creo que nadie se merezca que lo metan a un anexo, a una cárcel clandestina, sólo por ser tremendo, sólo por meterle macizo a la droga o al alcohol, sólo por ser adicto…

Y saben qué es lo peor, a este muchacho lo llevaron y escapó, para luego ser –cuál palabra quedará- “atrapado”, “capturado”, “agarrado” “secuestrado”, sin que ya nadie les pidiera a estas buenas personas que vieran por él, pero aquí es donde se pierden las “secretas intenciones” de estos lugares y es cuando entran los intereses, el amor por la lana mas que por la cura.

Ahora sé que cuando los padres de Eleazar dejaron de entrarle con su “cooperación” o cuota de mantenimiento, esta gente, la que opera en el anexo, lo sacaba a “botear” para que desquitara el sacrificio de tenerlo ahí, y para que pudiera continuar con su “tratamiento”, de ahí su interés por mantenerlo y por eso se tomaron la molestia de ir por él hasta su rancho.

Pero bueno, no quiero alargar este post, no se trata de aburrirlos. Ayer, por fin supe que Eleazar fue liberado poco después de que su tío presentó la denuncia por secuestro.

Tres días pasaron para que estos sujetos del anexo comprendieran que no era bueno ni sano que este jovencito permaneciera con ellos, al parecer no aguantaron la presión de la Judicial, que tras conocer del caso fue directo con nuestros amigos ya mencionados en la parte tres y aunque negaron que lo tuvieran bajo su cuidado, lo cierto es que nuevamente se preocuparon en llevarlo hasta su casa.

Lo malo de todo esto, además de la secuela psicológica que seguramente tendrá Eleazar, es la impunidad de estos anexos, porque claro lo vi en los ojos del tío cuando vino a agradecerme por el apoyo casi tres semanas después de la liberación, alegando haber estado enfermo, saben que tenía en los ojos: miedo.
Me dijo que los tipos que llevaron a su sobrino le pidieron que ya dejara todo por la paz, que quitara la demanda, que ahí estaba su sobrino, que ellos ya no querían problemas, aquí no pasó nada y todos tan a gusto.

Le pregunté por Eleazar, y me dijo que estaba en la casa, que él tampoco quería saber ya nada del asunto, apenas si me dio la mano y se fue, ni tiempo me dio de decirle que quería conocer el testimonio de su sobrino.

Saben qué, de todas formas y pese a todo, estoy contento, ya hay una persona menos encerrada en un anexo, posiblemente nunca se le olviden los baños con agua fría, las “pláticas”, y todo lo que representa un lugar así, pero tiene la oportunidad de seguir adelante, igual que yo, que ahora sí podré sacármelo de la mente, o al menos eso espero.

sábado, junio 04, 2005

HISTORIA DE UN ANEXO Y DE UN SECUESTRO PARTE 3

Pues regresemos al principio de todo esto (leer parte 1 y parte 2), es viernes, estoy feliz porque ya casi es hora de pegarle a una Pacífico, ya casi es hora de ver la vida a través de un rico pulpo y unos camarones bañados de chilito habanero, cuando llega a mi oficina una persona pidiendo ayuda, me dice que tienen a su sobrino en un centro de rehabilitación, que se lo llevaron hace unos días, él piensa que está en el DIF (Desarrollo Integral de la Familia, para quienes no saben), pero no está seguro, y aquí comienza el vía crucis…

Yo, como buen funcionario público que se dedica a apoyar las necesidades de la gente (chin, hasta parece grilla), le digo que haremos todo lo posible por encontrarlo, que no se preocupe, todavía no sé en lo que voy a meterme, todavía ni me imagino que nuevamente escucharé de un anexo y que lo conoceré, pero eso fue más adelante, vayamos con calma, lo importante es que ustedes sepan en dónde meterse y en dónde no, mínimo que no los metan.

Le pregunto a este señor por qué sospecha que su sobrino está en un centro del DIF, y empieza a relatarme una historia que bien podría ser la de ese quinceañero golpeador ( leer la primera parte de este relato) o la de cualquiera que “se porta mal”:

Resulta que los papás de este muchacho de 17 años no tenían tiempo para verlo y corregirle su aparente rebeldía, algo raro para alguien de su edad, y decidieron ingresarlo a un lugar donde se ocuparan mejor de él, adivinaron, escogieron un anexo para su reclusión.

Pero lo que no pensaron fue en que poco después de meter a su hijo a este sitio, tendrían problemas, se separarían y abur cada quien por su lado se fue pa’l otro lado, al norte pues, a buscar billetes verdes, olvidándose por completo de su vástago.

Pero todo esto de su ingreso al anexo lo supe después, cuando el tío me contó que al parecer lo tenían en el DIF, me tomé la libertad de hablar a éste, como llamarle, “organismo”, y ahí una señorita muy amable me dijo que ellos no tenían albergues de esa clase que seguramente lo tenían en un anexo, que ella conocía uno cerca de ahí.
Ni tardo ni perezoso pregunté por la calle y el número, me urgía conocer ese lugar, ya eran muchas las veces de oírlo para creer que se trataba de un mito o leyenda urbana, en ese momento creí que nada más existía un anexo en el municipio, incluso en el país, pronto me daría cuenta que no era así, pero sólo me supo decir que estaba en “Cuatro Vientos”, como a la mitad de esa calle que así se llama, entonces fue cuando decidí llevar a este señor a buscar al sobrino, con la esperanza de encontrarlo finalmente.

Ya en el camino, cuando íbamos platicando en el carro supe más del asunto, su sobrino, llamado Eleazar, había sido llevado meses atrás a un anexo, (no sabíamos si al que estábamos por llegar) y, desesperado por no saber de sus padres ni de ningún familiar había escapado, no me pregunten cómo, buscando refugio con su tío, quien al verlo desamparado no dudó en darle posada, pero aquí es donde deben poner atención, porque después de una semana de tranquilidad, se presentaron en la casa, ubicada en un rancho, cuatro individuos y sin decir agua va lo agarraron y lo subieron a una camioneta para regresarlo al anexo.

Toso eso se lo platicaron, porqué según él, en ese momento cuando ocurrió el secuestro de Eleazar -ya que no podemos llamarlo de otra forma-, se encontraba fuera de su casa y no pudo hacer nada para evitar que se lo llevaran.

En ese momento de la plática llegamos a la calle, y todo fue cosa de preguntarle a unas personas que iban caminando por ahí para que nos señalaran la casa donde se encuentra dicho anexo, incluso les preguntamos de esa manera: “oigan, disculpen, sabe por donde queda el anexo” y de inmediato nos dijeron cuál era, con pelos y señales, sin sorprenderse por la pregunta, como si fuera la cosa más normal del mundo este tipo de lugares.

Pues nos apersonamos, yo tan quitado de la pena entré hasta con una sonrisota, contento de cumplir con cosas que van más allá de mi deber, y todo fue ingresar a la “recepción” para preguntar cuando no sólo se me cayó la sonrisa sino poco faltó para que también se me cayeran los chones. En el pequeño cuarto de entrada de este anexo estaban tres tipos, no sentados en un sillón más viejo y puerco que puedan imaginar, sino prácticamente tirados de espalda, los tres con unos pelos y unas caras de dar miedo, todos tatuados, bueno en una cárcel se ve gente más decente.

De inmediato, con mucha educación me preguntaron sobre nuestra presencia: “qué quieren, qué andan buscando”. Yo no quise perder la calma y me presenté dando todos mis generales, al mismo tiempo que les decía el motivo de nuestra visita, y les preguntaba por Eleazar, de inmediato me dijeron que no sabían nada, que ahí no había nadie con ese nombre.

Mientras me decían esto tuve tiempo para ver que al fondo del cuarto había una puerta pequeña con rejas, en donde estaba otro tipo sin playera, rapado, y también con el cuerpo tatuado vigilando que nadie saliera.

En ese lapso de tiempo, mientras me decían que no, salió por esa puerta un señor de unos 50 años, y si esto es posible, más mal encarado que todos los otros, supuse que era el jefe o el encargado del anexo y me dirigí con él, para pedirle que revisaran sus registros con la esperanza de que Eleazar estuviera ahí.

Este señor ni se inmutó, me dijo que no estaba ahí nadie con ese nombre, como que revisó un cuaderno todo roto, sucio y rayado, y luego me preguntó que de dónde era este muchacho, yo le dí el nombre de la comunidad donde lo habían agarrado, valga la palabra, y como si fuera la cosa más normal me dijo que no habían “ido” por nadie en ese rancho, que habían “recogido” a otros pero en distintas colonias y comunidades, y luego nos recomendó que fuéramos a otros anexos, que a lo mejor ahí lo tenían.

Nos quedamos callados sin saber qué hacer, después nos vimos obligados a dar las gracias y nos retiramos, tanto el tío de Eleazar como yo íbamos con nuestros propios pensamientos, yo pensando en todo esto de los anexos y él seguramente en su sobrino que ya tenía más de una semana desaparecido.

Sólo quiero decirles que ya se levantó una acta ante el Ministerio Público por el secuestro de este muchacho, que intentamos hablar con las autoridades de salud y de seguridad pública y todo mundo se echa la bolita, parece que nadie es responsable del funcionamiento de estos lugares, y hay quienes de plano dicen que son un “mal necesario”, porque entonces donde pondrían a tanto drogadicto y alcohólico.

Aquí la pregunta es ¿qué puede hacer alguien cuando para su mala suerte lo metan a un lugar así, sólo porque su familia no lo aguanta o porqué el marido o esposa no soporta la conducta de su cónyuge? Se imaginan ustedes que un día, sin que lo esperen, los agarren en la calle y los lleven a un anexo. Yo no quiero imaginármelo porque entonces no podría dormir tranquilo, de hecho desde que conocí esta historia estoy haciendo lo posible porque estos sitios desaparezcan, ya que tan sólo en este municipio donde escogí vivir hay más de 17 reconocidos, sin contar los clandestinos.

Sólo por último, el nombre de “ANEXO” que se les da a estos “centro de rehabilitación”, se deriva de las cárceles antiguas que cuando ya no podían contener a más presos se les enviaba a un anexo para que ahí permanecieran mientras había espacio ¿qué les parece?