HOY ME VESTÍ PARA TI
Ya lo sabes... es para que sonrías otra vez y es verdad
Ayer aprendí a hacer el amor de nuevo, no, más bien supe lo que es hacer el amor de una manera distinta, de una forma especial, sin necesidad de utilizar el sentido del tacto, sin hacer esfuerzo por tener un contacto físico, ayer por fin hice el amor con la mirada, con el olfato, con el pensamiento, con las palabras, ayer fui tuyo.
Hace tiempo me preguntaba si esto sería posible, te mentiría si te dijera que mi respuesta fue afirmativa, incluso hace unas horas, antes de verte, todavía no estaba seguro de nada, ahora ya lo estoy, sé que juntos lograremos grandes cosas o pequeñas, no importa que no tengan tamaño, los dos podremos realizar sueños o soñaremos por el puro placer de soñar.
Antes de que tu sonrisa se apagara me resultaba difícil creer en ese algo, creer en la posibilidad de hacerlo, de crear un mundo aparte, de construir una realidad paralela, un espacio alterno donde pudiéramos estar y existir, donde eso que aún no tiene nombre, un día cubriera las paredes, el piso y el cielo.
Nos vimos como todos los días a la misma hora, muy de mañana, es imposible no hacerlo, tú te veías indiferente o diferente, hay quienes dicen “ausente”, yo también lo noté y preferí no callar, te dije - ¿qué te pasa? Te veo distinta-, tú como siempre permaneciste callada.
Decidí continuar. Sin tocarte, acaricié con mis ojos tus manos primero, deteniéndome un poco en tus uñas, en tus nudillos, en tus azules venas, en tu piel traslúcida.
Después continué hasta llegar a tus hombros, percibí el aroma de tu cabello castaño recién peinado, me detuve un poco en tus oídos, contemplé el suave vello con reflejos dorados en el lóbulo izquierdo y me estremecí, te llamé sin querer muy despacio: “Mariposa”.
Mis pupilas se posaron un largo rato en tus ojos, en tu delicada nariz, en tu boca, más tiempo en tu boca, mucho más tiempo, y alcancé apenas a retirarme no sin antes colocar uno, dos besos pequeños.
Bajé hasta la parte descubierta de tu cuello, exactamente en ese punto donde colocabas un toque de “Allure”, de manera morosa permanecí oliendo esa fragancia que ahora descansa en mis dedos y me acompaña, en ese momento supe que podía lograrlo.
Abrí tu bata. La contemplación de tus pechos me desarmó un instante pero no retrocedí, ni el candor de unos botones en flor habría de hacerme desistir, recordé el pudor de esa primera vez juntos, el sentimiento fue similar, y la mirada se convirtió en una lengua ávida pero también tímida y suave.
Cuando escuché mi propia voz de nuevo diciéndote tantas cosas no me hice caso, recorrí tu cintura, con emoción acaricié las marcas que me recuerdan que eres humana, el paso del tiempo sobre tu cuerpo y sobre el mío, tu madurez.
Finalmente llegué al centro de tu cuerpo y permanecí ahí minutos interminables en comunión, entrelazados, buscándote los ojos, encontrándote sin hablar, dando gritos sin emitir ningún sonido, juntos por fin, otra vez juntos.
- Mi Mariposa, hoy me vestí para ti como todos los días, pero hoy tenía la esperanza de que esto pasara-, te repetí al oído muchas veces, te susurré en los ojos y en tu cabello.
Cuando me despedí de ella más tarde, cuando tuve que abandonar el hospital donde se encuentra flotando a la deriva en su mente, supe que así como ayer, hoy y mañana, estaré a su lado, esperando verla despertarse, esperando que su sonrisa regresé de nuevo, con el consuelo de haberla hecho mía sin necesidad de tocarla.
Aquí estaré para ti, le dije, aquí estaré.