miércoles, diciembre 14, 2005

SOBRE LA ESCRITURA Y LA AMISTAD (EN BLOGS)

Recuerdo como desdibujado el día que un prospecto de amigo de la vida real, ahora un buen amigo, me pidió escribir en un blog... lo que yo quisiera, a la hora que me diera la gana, sólo por el placer de hacerlo. No me pareció mala idea pero tampoco muy buena. Tenía años de dedicarme única y exclusivamente a redactar mierda burocrática, de hecho sigo haciéndolo, avatares de la vida, el trabajo alimenticio lo llama Vargas Llosa.

Mentiría si dijera que la propuesta de este amigo me emocionó, la perspectiva de hacer eso me representaba algo más allá de cumplir, de no decir que no.

Nunca he sido -o nunca lo fui- aficionado a los chats room, a escribirle a un desconocido, a los afectos sin rostro, siempre he dicho que a mi la internet me llegó muy tarde, pero decidí que no habría de perder nada, unas palabras por aquí, otras por aquel lado, algunas más disfrazadas de otro cosa y haber qué salía.

Quiero aclarar que jamás, hasta ese día en que me pidieron participar, había oído hablar de un blog, que tampoco pregunté en qué consistía, ni cómo funcionaba eso de escribir en la red, ni si alguien más lo hacía, ni la extensión de lo escrito.

Los términos post, subir, y las palabras cortadas como tmb, q, o escribir con k, y tantas otras fueron a partir de ahí como reveladas, fue como ingresar a otro mundo, algo muy distinto de las aulas y de lo oficial, y la verdad no me desagradó, aunque todavía siento raro cuando las leo y escribo en mi celular, en el messenger y el google talk, no se diga en un post.

Lo único que quise saber para escribir, lo único que me interesó fue el tema. Se me ocurrió sobre cine, con el claro propósito no de hacer una crítica “culterosa” (creo que así le llaman algunos blogueros), sino de hablar descaradamente de la trama de la película, desentrañar su contenido a lo pelón, así lo intenté, ese fue mi primer post, después me hice trampa a mí mismo.

Subí un cuento que me habían publicado en un periódico hace mucho tiempo: “La devoradora”, con algunos ligeros cambios, y cuál fue mi sorpresa cuando me dejaron algunos comentarios, recuerdo muy bien el de Martha X.

Aquí debo hacer un apartado, tampoco sabía que alguien o yo mismo podría dejar un comentario, y eso me pareció y me sigue pareciendo extraordinario, el hecho de escribir algo y recibir aparte unas palabras sobre lo escrito o sobre la percepción de lo escrito es algo increíble, ese vínculo con otras y otros a través de las letras no tiene comparación con nada.

Y es que escribir siempre lo consideré como un ejercicio solitario. Durante años publiqué crónicas disfrazadas de cuentos y viceversa, sin esperar otra cosa que una satisfacción personal, y las más de las veces una retribución económica, nunca me preocupé por el qué dirían o podrían pensar los demás de lo que escribo.

Eso también fue nuevo para mí.

Pero regresemos a esa trampa de subir al blog un cuento viejo maquillado y recibir comentarios, lo hice unas cuantas veces más por un afán de cumplir con cierta periodicidad exigida, pero de pronto empecé a escribir cosas inéditas, post frescos sin compromisos, por el único placer, ahora sí, de reflejar un sentimiento, de sacar esos “demonios personales” como los ha llamado tan atinadamente el buen Marito.

Y fue entonces cuando decidí salirme del blog colectivo en el que participaba y escribir realmente cuando se me pegue la gana, cuando tenga ganas y tiempo y sin condicionar lo escrito a nada, sin ponerle etiqueta de ninguna especie.

Recuerdo con cariño un comentario que leí de Noemí sobre escribir en blogs, lo dejó en su propio espacio, y fue en contestación, raro en ella, de otro comentario, fue más o menos así: “yo no me creo escritora, ni lo soy, escribo aquí sólo por hacerlo, para mí esto no es literatura, no tengo esa pretensión...”.

Ese comentario me hizo más fácil, aunque lo duden, escribir. Pensé y sigo pensándolo en las trabas que mucha gente tiene para escribir hasta en blogs, no por nada inventan términos como el de “culturoso”, ni sé bien si así le dicen, la verdad, me imagino que refiriéndose a quienes ven en estos espacios una manera alternativa de literatura, algo que me parece muy valioso, y se escudan en decir, yo no lo soy pero aún así me arriesgo a escribir y si me sale mal pues me vale madres, lo que también es válido.

No pretendo en una sentada agotar el tema de escribir, incluso me atreví a redactar este mega comentario (pues no creo que sea un post) para compartir, antes de que termine el año, lo que ha significado hacerlo durante estos meses.

Y ustedes me dirán, bueno y la amistad donde queda, y es que para mí lo mejor de haber empezado a subir posts, de tener estas ruinas, es haber logrado conocer a muchas y muchos de ustedes gracias a este espacio, gracias a la escritura.

Ya lo ha escrito tan bien Aus y Vir, que hasta me siento raro, pero esos encuentros y afectos sin rostro me han hecho tanto bien, me han ayudado cuando menos lo esperaba, que ahora no me imagino el futuro sin ellos, hasta el amor he tenido oportunidad de conocer en estos meses y todo por un blog.

Qué más puedo pedir, si acaso su paciencia para continuar leyéndome, para disculpar que en ocasiones no deje comentarios, prometo no volver a echar este tipo de choro, eso lo haré, si me lo permiten, algún día en persona.

Ahora, como un compromiso para mí y para ustedes, porque ya lo dijo Ibargüengoitia, yo cuando escribo lo hago primero para mí y después para mis amigos, seguiré atosigándolos, de cuando en cuando (espero que sea más continuo), con unas palabras por aquí y otras por allá, disfrazando un poco la realidad, sólo lo necesario, y ver qué sale, ya han ocurrido tantas cosas buenas que espero lo mejor.

jueves, diciembre 01, 2005

GRACIAS

El anciano extendió primero su brazo derecho hacia el cielo y abrió la palma de la mano, empezó a mover los dedos hacia adelante y hacia atrás, una y otra vez, parecía querer con este movimiento calmar algún tipo de dolor; después levantó el otro brazo y de manera idéntica comenzó a hacer lo mismo.

Se encontraba sentado en una banca de un parque, frente a él había un enorme lago, y a sus pies, donde podían verse las piedras de la ribera, entre tierra negra y musgo, una poca de hierba y unos árboles pequeños parecidos a pirules, había varias ardillas correteándose.

Nadie parecía darse cuenta de su presencia. Ni la señora con la carreola, ni el ciclista, ni siquiera los encargados de dar mantenimiento a las áreas verdes. Estaba solo, acompañado de miles de pequeñas cosas, en medio del universo con las manos como implorando plegaria.

De pronto, en un segundo callado, lleno sólo por el canto de las aves, sus lágrimas se derramaron sin prisa bajando por las mejillas hasta llegar a sus pies y correr libremente hasta mezclarse con el agua del lago.

Con los ojos mirando hacia adentro, sin apenas darse cuenta de su llanto, el anciano bajó lentamente la cabeza, encogió los hombros, dejó caer las manos hacia los costados y luego las cruzó sobre su vientre, empezó a temblar sin poder controlarse.

Tras un largo rato se levantó de la banca, se sacudió la ropa, movió la cabeza varias veces, empezó a caminar y se alejó del parque, simplemente se fue.

Ni cuenta se dio que otro hombre igual a él, igual de cansado, se sentó en la banca, levantó el brazo derecho, abrió la palma de la mano, la extendió hacia el cielo… ni tampoco que atrás de ese hombre había una fila interminable de otros, semejantes, y con la misma mirada.

Todos esperando su turno.